SORDOS Y MUDOS

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

Domingo 9 de Septiembre de 2018

REFLEXIÓN

          1.- La sabiduría popular nos recuerda que “no hay más sordo que el que no quiere oír”, por eso, el Evangelio que acabamos de escuchar nos hace pensar si somos sordos y cuál es nuestra sordera.

++Quizá porque a cusa de la edad o de otras causas naturales hemos perdido o vamos perdiendo el oído, y esa es una situación que hemos de aceptar y aprender a convivir con ella.

++Podemos ser sordos para escuchar al Señor porque lo que nos dice nos exige cambiar comportamientos y actitudes en nuestro modo de vivir y no estamos muy dispuestos a hacerlo. Tenemos miedo de preguntarle qué quiere de nosotros por si su respuesta nos compromete a algo que no queremos hacer o a una renuncia que nos parece dura.

++No escuchamos al Señor que nos ofrece su amistad, que quiere que estemos más tiempo con Él, que seamos como Él y vivamos haciendo las cosas como Él las hizo. O simplemente porque no le amamos sobre todas las cosas y nos aburre estar con Él.

++Somos sordos para escuchar el sufrimiento de los que nos rodean: Los enfermos, los ancianos que están abandonados, los que no tienen trabajo, los que necesitan ayuda para salir de la droga, del alcohol.

++Cerramos los oídos a las voces de los emigrantes, los refugiados, los excluidos por cualquier causa.

++Sólo nos escuchamos a nosotros mismos, encerrados en nuestras cosas, nuestras preocupaciones, nuestros proyectos y actividades, quizá nuestros sufrimientos. Y sólo sabemos hablar de nosotros, sin escuchar y sin dar importancia a lo que otros nos quieren decir porque necesitan desahogarse o necesitan compartir.

          2.- También somos mudos, o tenemos dificultad para hablar:

++Hablar de Dios, hablar de Jesús, compartir la experiencia de nuestra fe… por vergüenza, por miedo a qué dirán o qué pensarán de nosotros.

++Miedo a decir en voz alta lo que pensamos que está mal y hace daño a los demás, a denunciar lo que es injusto, denunciar las mentiras, las traiciones, la hipocresía…

++Si estamos sordos no sabremos decir una palabra de consuelo, de ánimo, de esperanza, que muchos necesitan y esperan de nosotros.

          3.- Si no reconocemos nuestra sordera y nuestra dificultad para hablar siempre nos mantendremos en una situación aislada, cómoda y tal vez cobarde, no pediremos ayuda, y tampoco acudiremos a Jesús para que nos cure. No escucharemos nunca a Jesús ni a nadie, y no sabremos anunciar el Mensaje de Jesús, ni podremos decir a los demás esa palabra amable, cariñosa, de ánimo que quizá necesitan y esperan de nosotros.

          Necesitamos que Jesús nos diga: ¡Ábrete!! ¡Escucha!! ¡Habla!!

 

PENSEMOS UN MOMENTO:

++ ¿Cuáles son nuestras sorderas?

++ ¿Queremos que Jesús nos cure?

 

Marcar el enlace permanente.