Las Catequesis de los Diez Mandamientos

Moses receiving the Tablets of Law, 1966 - Marc Chagall - WikiArt.org

     Las catequesis de los 10 mandamientos nacen en Roma en 1993, en la parroquia de Santa Maria Goretti. D. Fabio Rosini, biblista y, en aquel momento, vicario parroquial, recibió el encargo de acompañar en la fe a los jóvenes que acababan de recibir la Confirmación.
     Ante la necesidad de transmitirles la experiencia de la paternidad de Dios, este experto en la Palabra, que acababa de recibir en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma un curso sobre la interpretación de los Diez Mandamientos, decidió preparar un ciclo de catequesis en torno a esta temática.
     Estas catequesis pretenden un encuentro con el amor de Dios a través de la profundización en el texto y en el sentido de las diez palabras de vida (los 10 mandamientos).
     Lo que empezó como una diminuta experiencia parroquial se ha ido difundiendo por numerosas parroquias en Roma y, más tarde, en decenas de diócesis italianas y, por fin, en otros países.
     Las catequesis se destinaron originariamente a jóvenes, aunque las están escuchando y disfrutando también miles de adultos.
     Los 10 Mandamientos señalan los bordes de la vida, los márgenes que la encauzan, y por ello permiten a las personas un profundo discernimiento sobre la propia existencia. Son, por tanto una óptima ayuda para el discernimiento vocacional. También contribuyen a reverdecer la fe en personas adormecidas en otras experiencias eclesiales. Asimismo son un espléndido acceso a la fe para personas que se han alejado de ella o que nunca la han experimentado. Por la riqueza y profundidad de su presentación de los Mandamientos, sin duda son una magnífica formación para personas que ya están viviendo plenamente la fe pero desean profundizar en la Palabra de Dios y en los modos en que esta se hace carne en cada uno.
     Las catequesis de los Diez Mandamientos sirven para comprender que uno no los puede vivir sin la gracia, de modo que encienden en el corazón del hombre el deseo de gemir pidiendo la venida de Cristo a la propia vida, puesto que él es el único que puede saciar el deseo de plenitud de todo hombre.
     Las catequesis, puesto que nos descubren nuestros límites, nos ayudan a reconocer nuestro corazón de pobres que necesitan a Dios. La Ley sólo Cristo la ha cumplido. La Ley —los Diez Mandamientos— nos sirve para tener un adecuado diagnóstico de nuestra vida, por el cual, como enfermos, nos sabemos necesitados del Médico Bueno.
     Las catequesis de los 10 Mandamientos no son ningún movimiento, ni forman ningún grupo, ni se adscriben a ninguna pertenencia eclesial, ni compiten con ningún carisma ni con ninguna otra experiencia de crecimiento en la fe. Por ello se ofrecen en ámbitos diocesanos y de órdenes religiosas, en parroquias y colegios y en cualquier otro ámbito eclesial. La diócesis de Roma los ofrece desde la web oficial de la delegación de vocaciones (www.lapartemigliore.org). A lo largo de estos años han recibido el apoyo de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
     Cualquier persona, de cualquier espiritualidad, en cualquier estado de vida, en cualquier entorno eclesial… puede beneficiarse del conocimiento de la palabra de Dios ofrecido por estas catequesis.
     La difusión se realiza mediante experiencia: se escuchan en algún sitio y después, con total libertad, si un sacerdote así lo cree conveniente, puede, a su vez, iniciarlas y adaptarlas a su parroquia o espacio pastoral.
     En Valencia es posible escuchar este ciclo de catequesis también en la Parroquia San Leandro los domingos a las 20:30. No es preciso inscribirse ni avisar: basta con presentarse allí y escuchar, aunque no se conozca a nadie.

AMAR

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 25 de Octubre de 020

REFLEXIÓN

          1.- Hemos utilizado tanto y tan mal la palabra AMOR que la hemos dejado vacía de contenido.

          Sólo cuando hemos estado enamorados hemos entendido y recuperado la intensidad y la potencia de su contenido y su significado.

          De ahí la importancia de la respuesta de Jesús que cuando le preguntan cuál es el mandamiento principal o más importante utiliza una sola palabra: AMAR. Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas nuestras fuerzas. Y Amar al prójimo como a nosotros mismos

          Quienes le escuchan se sorprenden porque la Ley judía había convertido los 10 Mandamientos en 613 preceptos que había que cumplir rigurosamente y sin ninguna excepción. Y además les pareció fácil y se sienten liberados de tanta opresión y de tanto peso de una Ley cargada de normas y obligaciones.

         

          2.- Pronto descubrieron y se dieron cuenta de que Amar al Prójimo no era tan fácil porque el Amor empieza a tener rostro y nombre propio.

          Rostros no siempre amables y llenos de ternura. Rostros duros, con mirada triste y cansada, arrugados, llenos de dolor, desánimo y desesperanza.  Rostros que han recibido desprecios, rechazos, humillaciones… Llenos de heridas que aún están sin curar.

          Rostros a los que hemos de tratar con respeto, comprensión, amabilidad, bondad y empatía como deseamos y necesitamos que nos traten a nosotros.

          Es entonces cuando Amar como Jesús nos ama, sin pedir nada a cambio, siempre con una sonrisa y la mano tendida, no resulta fácil. Más bien resulta especialmente difícil.

 

          3.-A veces nosotros, como los fariseos y los doctores de la Ley, nos perdemos en un montón de normas y costumbres que las hemos convertido en leyes tan importantes que ocultan y nos han hecho olvidar que, para Jesús, la única Ley importante es el AMOR

          Es necesario redorar que no podremos amar a los demás como nos pide Jesús si antes no amamos a Dios de todo corazón y con todas nuestras fuerzas, si no nos hemos sentido amados por Él con toda la intensidad con la que sólo sabe amar Dios. Si nuestro corazón no está lleno y rebosante del Amor de Dios.

          Procuremos hacerlo así y pidamos al Señor que nos ayude a entender que sólo el Amor es lo que tiene valor infinito en la vida.

ENVIAME

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 18 de Octubre de 2020

REFLEXIÓN

          1.- Dios estaba disgustado con el pueblo de Israel porque había olvidado los compromisos de la Alianza. Vivía de espaldas a Dios y había divisiones, injusticias, enfrentamientos, y Dios deseaba ayudar a su pueblo y pregunta: ¿A quién enviaré? Isaías escucha esa llamada de Dios y responde: “Aquí estoy, envíame”.

          Isaías se convierte en profeta misionero, habla en nombre de Dios y pide a la gente que cambie, que ponga los ojos en Dios y no olvide sus compromisos, que ayude a los pobres y necesitados, que haya paz y justicia, que se comporten agradando a Dios.

 

          2.- Dios también se entristece cuando mira nuestro mundo y lo ve roto por las guerras y la violencia, cuando comprueba que hay mucha gente que muere de hambre, cuando ve tantas injusticias, tanto egoísmo y pregunta en voz alta: ¿A quien enviaré para que hablen de Jesús, enseñen a la gente su mensaje de paz y de amor, para que les digan que quiero salvarles, ayudarles a cambiar, a que en el mundo haya paz, no haya injusticias, nadie muera de hambre…?

          Los misioneros son hombres y mujeres que han escuchado la voz del Señor y responden como Isaías: “Aquí estoy, envíame”. Y dejado su familia, su país y su trabajo han ido a pueblos lejanos que nunca han oído hablar de Jesús y han comenzado a ayudar a la gente construyendo escuelas, hospitales, Iglesias… para que esas gentes se den cuenta de que lo que hacen es porque Jesús nos enseña que todos somos hermanos porque Dios es nuestro Padre y por eso hemos de querernos y ayudarnos unos a otros.

          Ellos están llevando el mensaje de Jesús en nuestro nombre ya que todos no podemos viajar tan lejos, pero necesitan nuestra ayuda. Necesitan saber que no nos olvidamos de ellos, que rezamos por ellos, pero también les vamos a ayudar con nuestras limosnas para que sigan construyendo hospitales, escuelas, iglesias, comedores para la gente más necesitada.

 

          3.- Nosotros también podemos y debemos ser misioneros. El Señor nos pregunta: “A quién enviaré?”. Espera que respondamos “Aquí estoy” y le ayudemos a que cada día haya más gente que conozca a Jesús, que siguiendo su mensaje colabore en la medida de sus fuerzas a que el mundo sea mejor, a que haya más paz y menos injusticias, a ayudar a los más pobres y necesitados, a hacer con nuestras obras que en el mundo haya más amor, más armonía, más gente feliz.

          Hoy recemos por los misioneros, ayudémosles con nuestras limosnas, pero sobre todo pensemos de qué manera nosotros podemos ser misioneros y responder a la pregunta de Jesús diciéndole: Aquí estoy.

BANQUETE

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 11 de Octubre de 2020

REFLEXIÓN

          1.- Puede resultarnos más fácil entender esta parábola si nosotros nos ponemos de protagonistas en la situación que Jesús describe:

++Celebramos un acontecimiento importante de nuestra vida preparando un banquete al que invitamos a toda la gente con la que queremos compartir nuestra alegría.

++Recibimos diferentes respuestas:

+La de quien se siente emocionado por el acontecimiento y feliz de compartir nuestra alegría. La de quien asiste por quedar bien. La de quien pone escusas y nos hace sentirnos tristes y decepcionados.

++Hay diferentes actitudes y comportamientos:

+El que participa de un encuentro de amistad, de ilusión, de alegría por encontrarse con tantos conocidos… El que viene a pasarlo bien despreocupándose de los demás y sin relacionarse con el resto de invitados. El que bebe demasiado, molesta y crea situaciones desagradables y quizá ofensivas, dando motivos para ser excluido.

++El que sabe disfrutar de la fiesta y de la alegría y agradece sinceramente la invitación.

          2.- Así el Señor prepara para nosotros el banquete de la Eucaristía para celebrar su Resurrección, su triunfo sobre el pecado y la muerte, y al que todos estamos invitamos para poder participar de una Vida Nueva.

++Hay diferentes respuestas y actitudes:

+La del que se acerca a la Eucaristía con la alegría de poder participar de la Fiesta en un encuentro de fraternidad, de buenos sentimientos, de amistad, de felicidad.

+El que asiste por cumplir, para quedar bien con el Señor y dar buena imagen a los demás.

+El que pone escusas: no tengo tiempo, estoy cansado, tengo trabajo, estoy de viaje… y no valora la importancia de la Eucarsitía, autoexcluyéndose de la celebración y la fiesta.

+El que no acude con la actitud debida, no va preparado, no tiene limpio el corazón, pasa el tiempo hablando, no prestando atención ni interés, molestando a los demás…

+El que sabe agradecer al Señor el gran regalo de la invitación y de la comunión en la que podemos participar no sólo los domingos sino también cualquier día de la semana.

          3.- Después de esta reflexión podemos preguntarnos:

+¿Qué importancia tiene para nosotros la Misa? ¿Qué importancia le damos a recibir la Comunión?

+¿Con qué actitud venimos?

+¿Cuántas veces ponemos excusas y decepcionamos al Señor?

+¿Nos sirve la Misa para estar más cerca del Señor, sentirnos más unidos a Él y con más fuerzas para ser mejores?

FRUTOS

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 4 de Octubre de 2020

REFLEXIÓN

          Os ofrezco hoy dos reflexiones diferentes de este pasaje del Evangelio.

          1.- Podemos pensar que la Viña del Señor es todo lo que Él ha Creado, esa Casa Común que es la Naturaleza, tan llena de hermosura, creada con tanto mimo y tanto cuidado, que ha puesto en nuestras manos confiando en que cuidaríamos de ella, disfrutaríamos de su belleza, aprovecharíamos sus frutos para nuestra alimentación y nuestra supervivencia.

          Esperaba el Señor que supiéramos cuidar el inmenso regalo que es nuestra Casa Común, pero contempla con tristeza cómo la hemos maltratado, la estamos destrozando, abusamos de ella no para nuestro bien sino movidos por ambiciones materialistas y egoísmos.

          Nos quejamos de los enormes desastres naturales que ponen en peligro nuestra vida y la vida de todo lo creado, pero nos olvidamos de que la Naturaleza tiene vida propia y se defiende cuando es maltratada y destruida.

          Como en el Canto de Amor a la Viña de la primera lectura el Señor contempla con tristeza los frutos amargos de nuestro mal comportamiento y nuestra irresponsabilidad. Pero también espera que reflexionemos, que cambiemos de actitud y volvamos al cuidado responsable de lo creado para que brille en todo su esplendor porque la creación entera es un reflejo de su Sabiduría y de su Amor.

          2.- También podemos pensar que la Viña del Señor somos nosotros. Hemos recibido de Él la vida del cuerpo y también la vida de Dios porque nos ha creado a su imagen y semejanza, y la hemos recibido en plenitud en el Bautismo y la Confirmación.

          Espera que cuidemos, protejamos, defendamos la vida, la disfrutemos y la aprovechemos de modo que desarrollando nuestras cualidades demos frutos abundantes para nuestro bien y el bien de los demás, y así la vida sea una fiesta para todos.

          Nos ha regalado Su Vida para que, la cuidemos la protejamos y la hagamos crecer para que cada día nos parezcamos más a Jesús en nuestra forma de pensar y nuestra manera de comportarnos. Y, aprovechándola y disfrutándola, llenemos el mundo de bondad, de generosidad, de armonía, de misericordia, de justicia, de paz.

¿Qué frutos estamos dando?

         ¿Cuidamos la naturaleza con el cariño y el esmero que fue creada y Dios la puso en nuestras manos?

¿Está el Señor contento porque con nuestra forma de ser nos parecemos a Él y le hacemos presente en el mundo llenándolo de Amor y de bondad?

¿Está el Señor triste y decepcionado porque estamos estropeando su Vida y damos frutos malos y amargos de desamor, violencia, injusticia, falta de misericordia y ofrecemos una imagen de Dios borrosa y distorsionada?

NO APARENTAR

DOMINGO XXVI  DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 27 de Septiembre de 2020

REFLEXIÓN

          1.- El Evangelio de hoy nos presenta dos actitudes, dos comportamientos, muy fáciles de identificar:

+El de quien ofrece una buena imagen, con buenas palabras, que dice que sí, pero no hace lo que se le pide.

+El de quien protesta y se enfada, contesta de forma tajante y seca, pero, después de reflexionar, hace lo que se le pide.

          Son dos comportamientos que ponen de manifiesto quién es el que hace las cosas bien.

          2.- Lo mismo nos ocurre con el Señor.

          La Viña del Señor es el mundo, pero no podemos trabajar bien haciendo lo que el Señor nos pide si primero no tenemos nosotros una buena actitud.

+Quizá nos preocupamos de ofrecer una buena imagen con buenas palabras, pensando y diciendo que sí, que vamos a mejorar, a esforzarnos en corregir nuestra pereza, nuestro egoísmo, controlar nuestro carácter… pero seguimos igual que siempre.

          Queremos dar a entender que somos buenas personas, buenos cristianos, pero no vivimos como tales. A lo mejor hay otros que no dan tan buena imagen pero que son mejores que nosotros porque trabajan de verdad en construir el Reino.

+Quizá parece que siempre nos quejamos, que siempre protestamos, ponemos excusas, que es mucho esfuerzo el que hemos de poner para cambiar, que comenzamos, pero nunca terminamos de cumplir nuestros objetivos y nos desanimamos… Pero después de reflexionar nos ponemos en marcha y volvemos a empeñarnos en ser mejores y en hacer lo que el Señor espera de nosotros.

          3.- Podemos llegar a varias conclusiones:

+El Señor tiene paciencia con nosotros, sabe que necesitamos nuestro tiempo y sabe esperar. Lo importante no son nuestras quejas y nuestros desánimos, sino que sepamos responder al Señor haciendo lo que nos pide y lo que espera de nosotros.

+Si queremos cambiar el mundo, construir el Reino de Dios, ayudar a los demás a ser mejores, primero hemos de cambiar nosotros mismos para poder convencer a quien nos conozca y nos vea actuar que vale la pena lo que anunciamos y enseñamos porque lo ven en nuestro ejemplo, porque ven que somos felices.

+También hemos de aprender a tener paciencia con los demás sin desanimarnos, porque cada uno tiene su tiempo y hemos de saber esperar.

+Hemos de aprender a no dejarnos llevar por las apariencias ni juzgar precipitadamente a los demás porque lo que importa es la coherencia, la transparencia y la verdad de nuestra vida.

          4.- Pidamos al Señor que sepamos responder a la confianza que pone en nosotros aprovechando cada una de las oportunidades que nos ofrece tanto para cambiar y mejorar nosotros como para ayudar a que nuestro mundo cambie y sea un poco mejor.

TRABAJAR

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARO CICLO A

Domingo 20 de Septiembre de 2020

REFLEXIÓN

          1.- En nuestra manera de pensar y organizarnos consideramos importante para presentar un buen currículo tener un buen expediente académico, una buena colección de cursos especializados, una larga lista de méritos personales y profesionales… y así poder estar en los primeros puestos para acceder a un buen puesto de trabajo, tener un cago importante, percibir un buen sueldo…

          Cuando no es así, fácilmente nos podemos sentir arrinconados, olvidaos, desplazados respecto a lo que nuestra sociedad considera valioso e importante.

          Pero en los criterios de Dios las cosas no son así.

 

          2.- La viña del Señor es el mundo, el trabajo es sembrar la semilla del Amor, cuidarla y protegerla para que dé frutos abundantes. En ese negocio siempre hay trabajo, hay sitio para todos y tareas tan diversas que todos pueden encontrar su lugar.

          La llamada a trabajar es escuchada en diversos momentos de la vida, unos a la primera hora, otros avanzada la jornada, otros quizá al caer la tarde. La sorpresa es que a todos se les pagará el mismo salario.

          Para Dios no importan los méritos, ni la lista de diplomas que cada uno acumule en el expediente de su vida. Al Señor le basta la dedicación, la entrega, la generosidad, la ilusión y el entusiasmo con el que se trabaja.

          La paga es la misma para todos: la alegría de formar parte del equipo de trabajo del Señor, la satisfacción de participar en la apasionante tarea de construir un mundo mejor, de hacer felices a los demás, de atender y acompañar a los que sufren y se sienten solos, de hacer sonreír a los tristes y llenar de esperanza el corazón de los desanimados, de que todos sepan que son afortunados porque forman parte de la Familia de Dios.

 

          3.- Que triste es contemplar un mundo en el que las cosas no son así, en el que tiene prioridad el egoísmo, el propio interés, el deseo de estar por encima de los más en cualquier aspecto, aunque todo eso genere envidias, injusticias, violencia, sufrimiento.

          Este no es el mundo que Dios soñó cuando lo creó ni es la tarea que nos encomienda. En los planes de Dios no caben la envidia, la crítica, la injusticia, el desprecio.

 

          4.- Escuchemos la Voz que nos dice: ¿Qué hacéis ahí parados? Pensemos qué tarea podemos realizar, en qué podemos colaborar, qué podemos aportar para sembrar las semillas del mensaje del Evangelio, para que sean cada día más los que conozcan, amen y sigan a Jesús, y se incorporen a trabajar en esta Viña que el Señor tanto ama y que ha puesto en nuestras manos.

          Pensemos qué podemos hacer en el entorno en que se desarrolla nuestra vida para hacer posible que nuestro mundo sea mejor, sembrando semillas de Amor y procurando que den fruto.

PERDONAR SIEMPRE

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 13 de Septiembre de 2020

REFLEXIÓN

          1.- Los discípulos estaban inquietos al escuchar a Jesús hablar muchas veces del perdón, por eso Pedro le pregunta: ¿Cuántas veces tengo que perdonar al que me ofende, una, tres, cuatro, hasta siete veces…? Porque al final uno se cansa de que le ofendan con frecuencia… La respuesta de Jesús les asombrosa: Hay que perdonar siempre, sin poner límites.

          2.- Para ayudarles a entender su respuesta Jesús les propone la parábola del señor rico que perdona a un empleado una deuda grandísima (lo que hoy podríamos considerar cientos de miles o tal vez un millón de euros) manifestando así su compasión, su misericordia y generosidad, contraponiendo su actitud a la del mismo empleado que no está dispuesto a perdonar una deuda pequeña (podríamos decir como 50 o 100 euros) poniendo así de manifiesto el egoísmo, la cólera, la falta de compasión y misericordia de quien ha recibido un enorme perdón.

          3.- ¡Qué difícil es y cuánto nos cuesta a nosotros perdonar!

          Cuando nos ofenden reaccionamos con enfado, con ira, con una cólera que no controlamos y con deseos de venganza, de pagar con la misma moneda a quien nos ha ofendido.

          No justificamos diciendo que sí, que vamos a perdonar, pero que no podemos olvidar.

          Es cierto que las heridas que hemos recibido nos duelen y que tal vez nos dolerán siempre que las recordemos, pero hemos de aprender que el perdón no es un gesto puntual, sino una actitud del corazón que nos lleva a tener un comportamiento compasivo, misericordioso y generoso con quien nos ha ofendido y que a pesar del dolor de las heridas estamos dispuestos a ayudar, a tender la mano, a escuchar.

          Hemos de aprender a comportarnos como Jesús que en la cruz, a pesar de la inmensidad de su sufrimiento, es capaz de decir: ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!

          4.- Sólo llegaremos a tener un corazón misericordioso y compasivo cuando nos hayamos sentido perdonados por Dios. Por ese Dios que es un Padre Bueno, que nos espera con los brazos abiertos, que siempre nos perdona, nos escucha y nos ayuda, que nunca nos juzga ni nos condena. Quizá necesitamos una confesión bien hecha.

          Dios sólo pone un límite a su perdón: Que nosotros perdonemos como Él nos perdona. Lo repetimos constantemente cuando rezamos el Padre nuestro: “Perdónanos como nosotros perdonamos”, pero lo repetimos con tanta rutina que no terminamos de darnos cuenta de lo que le decimos al Señor.

          El Señor nos puede decir lo que el amo de la parábola: ¡Tanta misericordia como tengo contigo, tantas veces que te perdono siempre que me lo pides, y tú ¿no eres capaz de tener misericordia con tu hermano?

          Pensemos hoy si decimos de corazón y con sinceridad al Señor que nos perdone como nosotros perdonamos.

CORREGIR

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 6 de Septiembre de 2020

REFLEXIÓN

          1.- “A nadie debáis nada más que Amor”.

 Esta afirmación de S. Pablo es el resumen de cómo hemos de vivir los cristianos y cómo ha de ser la vida de la Iglesia y la de cualquier comunidad cristiana, cualquier parroquia. Si vivimos así hemos de procurar ayudarnos unos a otros a ser mejores y evitar todo aquello que haga daño a los demás.

          Sin embargo, tenemos una especial facilidad de fijarnos en lo feo, en lo que hacen mal los demás y comentarlo, publicarlo, criticarlo, sobre todo a sus espaldas. Cuando actuamos así no sólo no ayudamos a nadie, sino que hacemos daño porque juzgamos, condenamos, humillamos, destrozando su imagen y su buen nombre. Y también, quizá, hundiéndole y desanimándole.

          2.- ¿Por qué nos comportamos de esa manera?

++Porque somos orgullos y engreídos. Porque pensamos que todo lo hacemos bien, que somos mejores, que podemos dar lecciones a los demás y corregir a todos.

++Porque nos falta humildad. No somos capaces de examinarnos a nosotros mismos con sinceridad y valentía reconociendo nuestros errores, nuestras equivocaciones, nuestros defectos, nuestras imperfecciones.

          Cuando nos falta humildad no nos dejamos corregir, cualquier observación y corrección nos parece un insulto, un desprecio y una humillación. No dejamos que nos ayuden a cambiar, a ser mejores, y así estamos cerrando la puerta a ser comprensivos, pacientes y tolerantes con los errores y defectos de los demás.

++Porque nos falta el Amor.

          +No nos amamos a nosotros mismos, no queremos cambiar, no sabemos perdonarnos, ni aceptar con paciencia nuestras limitaciones y equivocaciones. No reconocemos que no lo sabemos todo y que nos hace falta el consejo y la opinión de alguien que, mirándonos desde fuera, corrija nuestro modo de ser y comportarnos y nos oriente para rectificar nuestra forma de pensar y de actuar.

          +Tampoco sabemos amar a los demás porque nuestro corazón no es bondadoso, paciente, humilde, comprensivo, misericordioso, dispuesto al perdón y a ofrecer siempre una nueva oportunidad.

Porque queremos ser jueces y nos justificamos diciendo que son críticas constructivas y juicios ejemplarizantes, cuando sabemos que no es verdad, sino que estamos descargando contra los demás la ira y el rencor que tenemos guardado en algún rincón del corazón.

          3.- El Señor quiere que nos ayudemos a ser mejores. Que nuestras críticas sean a la cara, incluso acompañados y ayudados por alguien para que podamos ser objetivos, corregir con amor, bondad y comprensión.

          Si hemos de vivir como hermanos y ayudarnos no podemos olvidar que somos responsables unos de otros, que no somos islas, y eso nos lo recuerda el profeta Ezequiel en la primera lectura:

Si alguien hace algo mal y no le corriges por miedo, por cobardía, por no crearte problemas, tú eres responsable de lo que está haciendo mal y el Señor te pedirá cuentas.

Si le corriges con bondad y con valentía y te hace caso, a ti también te corresponde la alegría de haberle ayudado a ser mejor y el Señor lo recordará.

ATRAPADOS

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 30 e Agosto de 2020

REFLEXIÓN

  1. A los discípulos les costaba entender que para seguir a Jesús era necesario cargar con la cruz y pasar por el sufrimiento. Por eso, cuando Jesús les hablaba de que era Él el primero que iba a sufrir y que iba a ser crucificado, se resistían a aceptarlo incluso protestando con energía como lo hizo Pedro.

          Jesús le recrimina con dureza, incluso llamándole Satanás, porque piensa con criterios humanos y no como Dios.

 

          2.- También a nosotros nos cuesta aceptar que seguir a Jesús lleva consigo cargar con la cruz y renunciar a muchas cosas, incluso estar dispuesto a perder la vida.

          Nos cuesta aceptarlo porque en la escala de valores de nuestro mundo se evita por todos los medios incluir y hablar del sufrimiento y se pondera sobre todo y a cualquier precio el bienestar y la felicidad. Y ese bienestar y felicidad no se entienden con los criterios de Dios.

          Es necesario que entendamos que vivir poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús implica muchas veces renunciar a lo cómodo y lo fácil, ir contra corriente, tener que aceptar críticas, desprecios y humillaciones, y eso es a lo que Jesús se refiere cuando habla de cargar con la cruz y perder la vida.

 

          3.- Así hemos de entender la primera lectura: Jeremías no quiere pasar su vida denunciando el pecado, la corrupción, la maldad que se ha instalado en el Pueblo de Dios; se resiste a estar recibiendo constantemente denuncias, desprecios y amenazas, pero a la vez se siente seducido por Dios, atrapado por el Amor de Dios hasta lo más profundo de su ser y no pue dejar de proclamar lo que Dios le pide por medio de esa Palabra de Dios que arde en su corazón como fuego, con una fuerza a la que no se puede resistir.

          Por eso mismo hemos de entender a la luz de la experiencia de Jeremías, que nosotros tampoco podemos seguir a Jesús con fidelidad, renunciar a muchas cosas y aceptar muchos sufrimientos, si no estamos atrapados y seducidos por el Amor de Dios, si no estamos apasionadamente enamorados de Jesús y no queremos apartarnos de Él de ninguna de las maneras.

 

          4.- Hagamos de esta reflexión de la Palabra Dios un motivo de oración, reconociendo ante el Señor que es débil nuestra fe, que nos cuestan mucho esas renuncias que a veces hemos de hacer, que nos sentimos sin fuerzas para llevar la cruz de las injurias y los desprecios que a veces hemos de padecer.

          Pero sobre todo pidámosle que cada día nuestro Amor a Él sea más grande y nos sintamos atrapados y seducidos por esa fuerza de su presencia en nosotros hasta el punto de no estar tranquilos y no vivir con alegría si no estamos con Él y haciendo lo que Él nos pide.