DIOS MADRE

DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 26 de Febrero de 2017

REFLEXIÓN

         1.- Cuando en nuestra vida aparecen situaciones difíciles, acudimos al Señor con un montón de peticiones, y si no se van resolviendo como nos parece a nosotros, tenemos la sensación de que se ha olvidado de nosotros o se ha alejado de nuestra vida.

         Sin embargo no es así. Fijémonos en lo que nos dice en la 1ª lectura:”Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas?  Pues aunque tu madre te olvidara, yo JAMAS me olvidaré de ti”.

         El amor de una madre por sus hijos se  manifiesta a diario con multitud de pequeños detalles. Constantes y pequeños cuidados que frecuentemente no sabemos apreciar. Pero estamos tan seguros del amor de nuestras madres que en múltiples ocasiones y en pequeñas cosas acudimos a ellas y nos apoyamos en ellas. Estamos seguros de que nos aman; no lo ponemos en duda. En ellas encontramos cobijo, seguridad, cariño.

 

         2.- Así es Dios para con nosotros, pero más, infinitamente más. Hoy nos lo recuerda: “Jamás os olvidaré, jamás os abandonaré”. El Amor de Dios es un amor de madre.

         Ese cuidado amoroso que Dios tiene para con nosotros también se manifiesta en un montón de pequeños detalles de nuestra vida que son tan frecuentes y habituales, estamos tan acostumbrados a ellos, que no nos damos cuenta y nos pasan desapercibidos.

         Nuestro primer impulso ante los problemas y dificultades es empeñarnos en resolverlas nosotros mismos porque nos gusta controlarlo todo y llevar las riendas de nuestra vida, pero nos damos cuenta de que no podemos, siempre necesitamos ayuda.

         Hemos de aprender a fiarnos de Dios, a confiar en El, a ponernos en sus manos y dejar que nos cuide, nos cobije, nos dé seguridad… El sabe bien lo que necesitamos.

         Llega un momento en que es mejor callar, guardar silencio, no agobiar al Señor con una enorme lista de peticiones… y sentir el paso del Señor por nuestra vida curando nuestras heridas, fortaleciendo nuestra debilidad, abriendo ante nosotros nuevos caminos para todo: para encontrar trabajo, recuperar la salud, restablecer el bienestar de nuestra familia, mejorar la convivencia, el diálogo, el respeto a los demás y el respeto de los demás.

         Necesitamos descubrir y reconocer su presencia silenciosa y su cuidado amoroso en todo lo que nos rodea: La naturaleza que El cuida con tanto mimo, las personas que nos quieren, las pequeñas cosas de la vida que nos hacen sonreír.

         Y a la vez, no podemos olvidar que también nosotros somos presencia amorosa de Dios para los demás; también podemos regalar a los demás nuestros cuidados y nuestro cariño. Si actuáramos así conseguiríamos que el cielo estuviera en la tierra.

 

         Guardemos silencio. Demos gracias a  Dios por todos sus cuidamos y dejémonos amar por El porque siempre lo hace  aunque no nos demos cuenta.

Marcar el enlace permanente.