GRITEMOS

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 16 de Agosto de 2020

REFLEXIÓN

          1.- Una mujer cananea, los cananeos eran considerados por los judíos paganos y herejes, constante en sus gritos y su petición de ayuda dirigidos a Jesús, provoca primero el silencio de Jesús y poco después arranca de Él no sólo la curación de su hija sino también un gran elogio a su fe tan grande.

          Es una ocasión más en la que Jesús manifiesta que la salvación no es exclusiva del Pueblo de Israel, sino también es para todos los pueblos que, aunque son considerados paganos por los “fieles creyentes” judíos, se dirigen a Dios con una fe y confianza mayor que la de ellos.

 

          2.- Si dejamos que este pasaje del Evangelio sea nuestro espejo, podemos preguntarnos:

++ Si nuestra fe y nuestra confianza en el Señor es tan grande como la de esta mujer cananea, pagana.

++ Como entonces con la cananea, a veces, Dios guarda silencio. Un silencio que nos pesa mucho, que nos resulta difícil de entender y de sobrellevar. Nos pesa tanto que perdemos la esperanza de ser escuchados y dejamos de pedir con gritos y súplicas.

++ ¿Será que somos poco constantes en la oración y nos cansamos de acudir al Señor?

++ ¿Será que nos falta tanta fe y confianza que dudamos de que el Señor nos escucha?

 

          3.- Tal vez no nos damos cuenta de que ese silencio lo mantiene Dios para que crezcamos en la fe, para que se fortalezca nuestra confianza, para que nos mantengamos firmes en la esperanza a pesar de todo.

          En medio de tantas dificultades, y de ese silencio que a veces pesa tanto, vayamos detrás del Señor, como aquella mujer, continuando con nuestros gritos y súplicas, con la seguridad de que llegará un momento de que también escucharemos que nos dice: ¡Que se haga lo que deseas, lo que tanto necesitas!

 

          4.- Otra pequeña advertencia: No digamos a cualquiera que no es cristiano o que no consideramos tan bueno como nosotros, que se calle, deje de gritar y suplicar a Dios, porque tal vez su confianza y su esperanza es más grande que la nuestra.

          Hagamos lo que los discípulos: Pidamos al Señor que atienda a los que le gritan en medio de su angustia, recemos por los demás intercediendo por ellos.

 

          Pidamos también para nosotros esa constancia en la oración y es confianza en Él que tanto necesitamos.

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