Autor: GestorWeb

DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

Domingo 24 de febrero de 2019

REFLEXIÓN

1.- Cuando Jesús nos pide que amemos a nuestros enemigos casi siempre pensamos y decimos que es imposible, porque nuestro corazón está herido a veces con heridas muy grandes y nos parece imposible cambiar nuestros sentimientos.

Lo que ocurre es que estamos confundidos, porque el amor a los enemigos no es tener hacia ellos el afecto emocionado que sentimos hacia los amigos, sino que es una actitud de vida.

Lo que nos pide Jesús es que no paguemos con la misma moneda, sino que devolvamos bien por mal, que tengamos hacia los demás, incluso hacia nuestros enemigos, un corazón misericordioso, que tendamos la mano si nos piden ayuda, que no rompamos nuestra relación ni volvamos la espalda a quien nos ha hecho daño, sino que estemos dispuestos a aliviar su sufrimiento; que no seamos rencorosos, ni vengativos; que estemos siempre dispuestos a perdonar.

Hay quien dice: “Yo perdono, pero no olvido”. Eso no es perdonar, sino dejar abierta esa herida que en algún momento me empujará a devolver el mal que he recibido.

Jesús nos pide que tengamos la misma actitud que tiene Dios, que es un Padre bueno, que hace salir el sol para los malvados y desagradecidos.

Que hagamos el bien sin poner condiciones y sin esperar nada a cambio. Que nuestro corazón sea semejante al suyo.

2.- Si devolvemos mal por mal, entramos en una espiral de violenciamuy difícil de parar porque la violencia engendra violencia.

La actitud y el comportamiento propio de un cristiano es vencer el mal a fuerza de bien, es entrar en el camino de la no violencia activa.

El verdadero amor es tumbativo, es capaz de derrumbar todas las barreras y curar todas las heridas. Pero nadie puede entrar en esa dinámica si previamente no ha experimentado la fuerza transformadora del amor en su propia vida. Y esa experiencia es para nosotros radicalmente transformadora si nos dejamos amar por Dios ya que Él nos ama apasionadamente y es el único que puede hacer que nuestro corazón sea semejante al suyo.

Amar a los que nos aman, hacer el bien a los que han sido buenos con nosotros, es muy fácil. Lo hace todo el mundo. Pero amar a quien nos ha hecho daño, sólo lo puede hacer quien tiene un corazón semejante al de Dios.

3.- Pidamos al Señor su ayuda y su gracia para poner en práctica sus enseñanzas: “Bendecir a los que nos maldicen, hablar bien de quienes nos critican y calumnian, orar siempre por quienes nos persiguen y nos hacen daño”. Así nos comportaremos como se comporta Dios con nosotros.