El gesto de la paz

Queridos feligreses y amigos. 

Os pido un momento de vuestra atención para explicaros porqué en nuestra parroquia ya no se realiza el canto durante la paz y porqué el gesto de la paz debe ser breve, sencillo y sin moverse del sitio. 

Comprendo la inquietud de algunos al respecto, especialmente porque ese gesto durante muchos años en nuestra y en otras- se ha vivido de otro modo. 

Hace 19 años durante el sínodo de los obispos se pidió al Papa que se revisara el gesto de la paz, porque muchas veces adquiría expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea justo antes de la comunión. 

Tras el estudio solicitado por Benedicto XVI, el Papa Francisco refrendó en 2014, que debían evitarse explícitamente estos abusos:

1.-No existe, y no debe realizarse, un canto para la paz

2.-Los fieles no deben desplazarse para intercambiarse la paz

3.-El sacerdote no debe abandonar el altar para dar la paz a algunos fieles

4.-La paz no es ocasión para felicitar o dar condolencias

Además: el gesto de la paz no solo no es un gesto obligatorio, sino que, como dice el Misal Romano (n.128) ese saludo se da si se juzga oportuno. 

Entiendo que puede ser difícil aceptar cambios, especialmente cuando estamos tan conectados a ciertos cantos y costumbres que puede parecernos que son constitutivos de nuestra identidad. Lo cierto es que los tiempos evolucionan, y algunas prácticas que comenzaron con buenas intenciones pueden necesitar ajustes. Nuestra madre la Iglesia nos enseña las reglas del juego. Nuestra identidad no se construye desafiándolas, sino aprendiéndolas, comprendiéndolas y sirviéndonos de ellas para desarrollar todo nuestro característico potencial.

Pido perdón a quienes se han podido sentir dolidos por ver estos cambios sin haber recibido antes una explicación.

Agradezco vuestra comprensión y apoyo en mantener y mejorar la belleza y orden en nuestra celebración. Si después de leer el documento tenéis más preguntas, podéis acercaros a resolverlas, preferiblemente después de la misa. 

Un abrazo en Cristo. 

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8 de Junio de 2014 

Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos

Carta acerca del significado correcto del rito de la paz, con la aprobación del Papa Francisco

. «La paz os dejo, mi paz os doy» [1], son las palabras con las que Jesús promete a sus discípulos reunidos en el cenáculo, antes de afrontar la pasión, el don de la paz, para infundirles la gozosa certeza de su presencia permanente. Después de su resurrección, el Señor lleva a cabo su promesa presentándose en medio de ellos, en el lugar donde se encontraban por temor a los judíos, diciendo: «¡Paz a vosotros!» [2]. La paz, fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciendo hoy a su Iglesia, reunida para la celebración Eucarística, de modo que pueda testimoniarla en la vida de cada día.

2. En la tradición litúrgica romana el signo de la paz, colocado antes de la Comunión, tiene un significado teológico propio. Éste encuentra su punto de referencia en la contemplación eucarística del misterio pascual -diversamente a como hacen otras familias litúrgicas que se inspiran en el pasaje evangélico de Mateo (cf. Mt 5, 23)- presentándose así como el “beso pascual” de Cristo resucitado presente en el altar [3]. Los ritos que preparan a la comunión constituyen un conjunto bien articulado dentro del cual cada elemento tiene su propio significado y contribuye al sentido del conjunto de la secuencia ritual, que conduce a la participación sacramental en el misterio celebrado. El signo de la paz, por tanto, se encuentra entre el Pater noster -al cual se une mediante el embolismo que prepara al gesto de la paz- y la fracción del pan -durante la cual se implora al Cordero de Dios que nos dé su paz-. Con este gesto, que «significa la paz, la comunión y la caridad» [4], la Iglesia «implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental» [5], es decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo Señor.

3. En la Exhortación Apostólica post-sinodal Sacramentum caritatis el Papa Benedicto XVI había confiado a esta Congregación la tarea de considerar la problemática referente al signo de la paz [6], con el fin de salvaguardar el valor sagrado de la celebración eucarística y el sentido del misterio en el momento de la Comunión sacramental: «La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión del Misterio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana. […] Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos» [7].

4. El Papa Benedicto XVI, además de destacar el verdadero sentido del rito y del signo de la paz, ponía en evidencia su gran valor como aportación de los cristianos, para colmar, mediante su oración y testimonio, las angustias más profundas e inquietantes de la humanidad contemporánea. Por esta razón, renovaba su invitación a cuidar este rito y a llevar a cabo este signo litúrgico con sentido religioso y sobriedad.

5. El Dicasterio, en base a las disposiciones del Papa Benedicto XVI, se dirigió a las Conferencias de los Obispos en mayo de 2008 pidiendo su parecer sobre si mantener el signo de la paz antes de la Comunión, donde se encuentra ahora, o si cambiarlo a otro momento, con el fin de mejorar la comprensión y el desarrollo de tal gesto. Tras una profunda reflexión, se ha visto conveniente conservar en la liturgia romana el rito de la paz en su puesto tradicional y no introducir cambios estructurales en el Misal Romano. Se ofrecen a continuación algunas disposiciones prácticas para expresar mejor el contenido del signo de la paz y para moderar los excesos, que suscitan confusión en la asamblea litúrgica justo antes de la Comunión.

6. El tema tratado es importante. Si los fieles no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos rituales, el significado correcto del rito de la paz, se debilita el concepto cristiano de la paz y se ve afectada negativamente su misma fructuosa participación en la Eucaristía. Por tanto, junto a las precedentes reflexiones, que pueden constituir el núcleo de una oportuna catequesis al respecto, para la cual se ofrecerán algunas líneas orientativas, se somete a la prudente consideración de las Conferencias de los Obispos algunas sugerencias prácticas:

a) Se aclara definitivamente que el rito de la paz alcanza ya su profundo significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la Eucaristía. El darse la paz correctamente entre los participantes en la Misa enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo. Por tanto, es totalmente legítimo afirmar que no es necesario invitar “mecánicamente” a darse la paz. Si se prevé que tal intercambio no se llevará adecuadamente por circunstancias concretas, o se retiene pedagógicamente conveniente no realizarlo en determinadas ocasiones, se puede omitir, e incluso, debe ser omitido. Se recuerda que la rúbrica del Misal dice: “Deinde, pro opportunitate, diaconus, vel sacerdos, subiungit: Offerte vobis pacem” [8].

b) En base a las presentes reflexiones, puede ser aconsejable que, con ocasión de la publicación de la tercera edición típica del Misal Romano en el propio País, o cuando se hagan nuevas ediciones del mismo, las Conferencias consideren si es oportuno cambiar el modo de darse la paz establecido en su momento. Por ejemplo, en aquellos lugares en los que optó por gestos familiares y profanos de saludo, tras la experiencia de estos años, se podrían sustituir por otros gestos más apropiados.

c) De todos modos, será necesario que en el momento de darse la paz se eviten algunos abusos tales como:

– La introducción de un “canto para la paz”, inexistente en el Rito romano [9].
– Los desplazamientos de los fieles para intercambiarse la paz.
– El que el sacerdote abandone el altar para dar la paz a algunos fieles.
– Que en algunas circunstancias, como la solemnidad de Pascua o de Navidad, o durante las celebraciones rituales, como el Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación, el Matrimonio, las sagradas Órdenes, las Profesiones religiosas o las Exequias, el darse la paz sea ocasión para felicitar o expresar condolencias entre los presentes [10].

d) Se invita igualmente a todas las Conferencias de los Obispos a preparar catequesis litúrgicas sobre el significado del rito de la paz en la liturgia romana y sobre se correcto desarrollo en la celebración de la Santa Misa. A éste propósito, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos acompaña la presente carta circular con algunas pistas orientativas.

7. La íntima relación entre lex orandi y lex credendi debe obviamente extenderse a la lex vivendi. Conseguir hoy un compromiso serio de los católicos de cara a la construcción de un mundo más justo y pacífico implica una comprensión más profunda del significado cristiano de la paz y de su expresión en la celebración litúrgica. Se invita, pues, con insistencia a dar pasos eficaces en tal materia ya que de ello depende la calidad de nuestra participación eucarística y el que nos veamos incluidos entre los que meren la gracia prometida en las bienaventuranzas a los trabajan y construyen la paz [11].

8. Al finalizar estas consideraciones, se exhorta a los Obispos y, bajo su guía, a los sacerdotes a considerar y profundizar el significado espiritual del rito de la paz, tanto en la celebración de la Santa Misa como en la propia formación litúrgica y espiritual o en la oportuna catequesis a los fieles. Cristo en nuestra paz [12], la paz divina, anunciada por los profetas y por los ángeles, y que Él ha traído al mundo con su misterio pascual. Esta paz del Señor Resucitado es invocada, anunciada y difundida en la celebración, también a trabes de un gesto humano elevado al ámbito sagrado.

El Santo Padre Francisco, el 7 de junio de 2014, ha aprobado y confirmado cuanto se contiene en esta Carta circular, preparado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y ha dispuesto su publicación.

En la sede la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a 8 de junio de 2014, en la solemnidad de Pentecostés.

ANTONIO Card. CAÑIZARES LLOVERA
Prefecto

ARTHUR ROCHE
Arzobispo Secretario

Notas:

[1] Jn 14, 27.

[2] Cf. Jn 20, 19-23.

[3] Cf. MISSALE ROMANUM ex decreto SS. Concilii Tridentini restitutum summorum pontificum cura recognitum, Editio typica, 1962, Ritus servandus, X, 3.

[4] CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instr. Redemptionis sacramentum, 25 marzo 2004, n. 71: AAS 96 (2004) 571.

[5] MISSALE ROMANUM, ex decreto sacrosanctii Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, auctoritate Pauli Pp. VI promulgatum, Ioannis Pauli Pp. II cura recognitum, editio typica tertia, diei 20 aprilis 2000, Typis Vaticanis, reimpressio emendata 2008, Ordenación General del Misal Romano, 2. 82. Cf. BENEDICTO XVI, Exhort. Apost. post-sinodal, Sacramentum caritatis, 22 febrero 2007, n. 49: AAS 99 (2007) 143.

[6] Cf. BENEDICTO XVI, Exhort. Apost. Sacramentum caritatis, 22 febrero 2007, n. 49, nota n. 150: AAS 99 (2007) 143.

[7] BENEDICTO XVI, Exhort. Apost. Sacramentum caritatis, 22 febrero 2007, n. 49: AAS 99 (2007) 143.

[8] MISSALE ROMANUM, Ordo Missae, n. 128.

[9] En el Rito romano no está tradicionalmente previsto un canto para la paz porque se prevé un tiempo brevísimo para dar la paz sólo a los más cercanos. El canto de la paz sugiere, por el contrario, un tiempo mucho más amplio para el intercambio de la paz.

[10] Cf. Ordenación General del Misal Romano, n. 82: «Conviene, sin embargo, que cada uno exprese sobriamente la paz sólo a los que tiene más cerca»; n. 154: «El sacerdote puede dar la paz a los ministros, permaneciendo siempre dentro del presbiterio, para no alterar la celebración. Hágase del mismo modo si, por una causa razonable, desea dar la paz a algunos fieles»; CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instr. Redemptionis sacramentum, 25 marzo 2004, n. 72: AAS 96 (2004) 572.

[11] Cf. Mt 5, 9ss.

[12] Cf. Ef 2, 14.

El austero rito de la paz en la Misa romana

Javier Sánchez Martínez, el 6.02.17 a las 11:22 AM

Es característica esencial y propia del rito romano que la paz se intercambia después del Padrenuestro y -antes de la Fracción del Pan, según lo determinó en el siglo VI san Gregorio Magno.

Desde entonces hasta hoy es uno de los rasgos propios del rito romano -como lo es también, por ejemplo, arrodillarse en la consagración y que las especies se muestren para la adoración después de la consagración-.

El Sínodo sobre la Eucaristía, en el pontificado de Benedicto XVI, sugirió desplazar el rito de la paz romano para anteponerlo al Ofertorio, en vistas, sobre todo, a no perturbar el ritmo de recogimiento antes de la comunión, dados los múltiples abusos de este rito que se ha visto desbordado por efusividad y movimientos.

 Benedicto XVI recogió esta sugerencia en la exhortación Sacramentum Caritatis:

 «La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión del Misterio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana. La paz es ciertamente un anhelo indeleble en el corazón de cada uno. La Iglesia se hace portavoz de la petición de paz y reconciliación que surge del alma de toda persona de buena voluntad, dirigiéndola a Aquel que « es nuestra paz » (Ef 2,14), y que puede pacificar a los pueblos y personas aun cuando fracasen las iniciativas humanas. Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos” (n. 49).

Y en nota a pie de página, n. 53, escribió:

“Teniendo en cuenta costumbres antiguas y venerables, así como los deseos manifestados por los Padres sinodales, he pedido a los Dicasterios competentes que estudien la posibilidad de colocar el rito de la paz en otro momento, por ejemplo, antes de la presentación de las ofrendas en el altar. Por lo demás, dicha opción recordaría de manera significativa la amonestación del Señor sobre la necesidad de reconciliarse antes de presentar cualquier ofrenda a Dios (cf. Mt 5,23 s.): cf. Propositio 23″.

Han pasado los años, se consultó a los Obispos, y la Cong. para el Culto Divino emitió una Carta explicando el sentido de este rito de la paz, manteniéndolo en el lugar propio del rito romano -después del Padrenuestro- y recordando elementos muy básicos para su conveniente realización que se han ido olvidando.

Dice esta Carta (con fecha 8 de junio de 2014):

1. «La paz os dejo, mi paz os doy» [1], son las palabras con las que Jesús promete a sus discípulos reunidos en el cenáculo, antes de afrontar la pasión, el don de la paz, para infundirles la gozosa certeza de su presencia permanente. Después de su resurrección, el Señor lleva a cabo su promesa presentándose en medio de ellos, en el lugar donde se encontraban por temor a los judíos, diciendo: «¡Paz a vosotros!» [2]. La paz, fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciendo hoy a su Iglesia, reunida para la celebración Eucarística, de modo que pueda testimoniarla en la vida de cada día.

 2. En la tradición litúrgica romana el signo de la paz, colocado antes de la Comunión, tiene un significado teológico propio. Éste encuentra su punto de referencia en la contemplación eucarística del misterio pascual -diversamente a como hacen otras familias litúrgicas que se inspiran en el pasaje evangélico de Mateo (cf. Mt 5, 23)- presentándose así como el “beso pascual” de Cristo resucitado presente en el altar [3]. Los ritos que preparan a la comunión constituyen un conjunto bien articulado dentro del cual cada elemento tiene su propio significado y contribuye al sentido del conjunto de la secuencia ritual, que conduce a la participación sacramental en el misterio celebrado. El signo de la paz, por tanto, se encuentra entre el Pater noster -al cual se une mediante el embolismo que prepara al gesto de la paz- y la fracción del pan -durante la cual se implora al Cordero de Dios que nos dé su paz-. Con este gesto, que «significa la paz, la comunión y la caridad» [4], la Iglesia «implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental» [5], es decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo Señor.

Visto el sentido, hermoso, hondo, de situar la paz dentro de los ritos de preparación inmediata a la sagrada comunión, hay que cortar los excesos y abusos.

Un rito que es espiritualmente significativo se ha ido convirtiendo en algo parecido a “un recreo” durante la Misa, saludando todos a todos, moviéndose, haciéndose interminable, y en ocasiones, abandonando el sacerdote u obispo el mismo altar para dar la paz indiscriminadamente.

Ni ése es el sentido ni ésa es la costumbre romana de nuestra liturgia, siempre sobria y elegante.

El rito de la paz expresa la comunión fraterna entre los miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, antes de recibir su Cuerpo en el Sacramento.

No es, desde luego, momento de saludarse y charlar, ni de dar el pésame en un funeral o entierro, ni de felicitar a los novios recién desposados…

Es otro el sentido; y por ello, ha de ser otro el modo real de dar autenticidad a ese rito, despojándolo de todo lo que se le ha revestido últimamente y que desdice del decoro y del orden en la liturgia.

Para una digna realización del rito de la paz en la Misa, que refleje la verdad de lo que se hace -la paz de Cristo- y se evite lo que lo desfigura (meros saludos y abrazos sin más, intentando saludar a todos), la Congregación para el Culto divino, con carta de 8 de junio de 2014, ha recordado lo que ya estaba marcado.

Recoge citas del Misal romano y, explicando el sentido de este rito, recuerda cómo hay que realizarlo y cuáles son las maneras defectuosas que se han introducido.

6. El tema tratado es importante. Si los fieles no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos rituales, el significado correcto del rito de la paz, se debilita el concepto cristiano de la paz y se ve afectada negativamente su misma fructuosa participación en la Eucaristía. Por tanto, junto a las precedentes reflexiones, que pueden constituir el núcleo de una oportuna catequesis al respecto, para la cual se ofrecerán algunas líneas orientativas, se somete a la prudente consideración de las Conferencias de los Obispos algunas sugerencias prácticas:


a) Se aclara definitivamente que el rito de la paz alcanza ya su profundo significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la Eucaristía. El darse la paz correctamente entre los participantes en la Misa enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo. Por tanto, es totalmente legítimo afirmar que no es necesario invitar “mecánicamente” a darse la paz. Si se prevé que tal intercambio no se llevará adecuadamente por circunstancias concretas, o se retiene pedagógicamente conveniente no realizarlo en determinadas ocasiones, se puede omitir, e incluso, debe ser omitido. Se recuerda que la rúbrica del Misal dice: “Deinde, pro opportunitate, diaconus, vel sacerdos, subiungit: Offerte vobis pacem” [8].

b) En base a las presentes reflexiones, puede ser aconsejable que, con ocasión de la publicación de la tercera edición típica del Misal Romano en el propio País, o cuando se hagan nuevas ediciones del mismo, las Conferencias consideren si es oportuno cambiar el modo de darse la paz establecido en su momento. Por ejemplo, en aquellos lugares en los que optó por gestos familiares y profanos de saludo, tras la experiencia de estos años, se podrían sustituir por otros gestos más apropiados.

 c) De todos modos, será necesario que en el momento de darse la paz se eviten algunos abusos tales como:

– La introducción de un “canto para la paz”, inexistente en el Rito romano [9].

– Los desplazamientos de los fieles para intercambiarse la paz.

– El que el sacerdote abandone el altar para dar la paz a algunos fieles.

– Que en algunas circunstancias, como la solemnidad de Pascua o de Navidad, o durante las celebraciones rituales, como el Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación, el Matrimonio, las sagradas Órdenes, las Profesiones religiosas o las Exequias, el darse la paz sea ocasión para felicitar o expresar condolencias entre los presentes [10].


d) Se invita igualmente a todas las Conferencias de los Obispos a preparar catequesis litúrgicas sobre el significado del rito de la paz en la liturgia romana y sobre su correcto desarrollo en la celebración de la Santa Misa. A éste propósito, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos acompaña la presente carta circular con algunas pistas orientativas.

7. La íntima relación entre lex orandi y lex credendi debe obviamente extenderse a la lex vivendi. Conseguir hoy un compromiso serio de los católicos de cara a la construcción de un mundo más justo y pacífico implica una comprensión más profunda del significado cristiano de la paz y de su expresión en la celebración litúrgica. Se invita, pues, con insistencia a dar pasos eficaces en tal materia ya que de ello depende la calidad de nuestra participación eucarística y el que nos veamos incluidos entre los que meren la gracia prometida en las bienaventuranzas a los trabajan y construyen la paz [11].

Termina el documento expresando el deseo de que se dé difusión amplia a esta normativa y se vaya implantando en todas partes para un fiel desarrollo de la liturgia, ordenado y espiritual.

 Por tanto, y en síntesis:

 Igual que es propio del Rito bizantino (divina liturgia de s. Juan crisóstomo) celebrar tras el iconostasio y realizar la Gran Entrada con el pan y el vino que reciben una veneración proléptica… así, igual de propio, es en el Rito romano la Paz entre el padrenuestro y la Fracción.

Ahora bien, cumplamos las normas del Misal:

a) No es obligatorio el intercambio de saludos
b) Se hace con moderación, sólo a los que están al lado

c) No hay “Canto de paz”; se hace en silencio y de manera ágil, sin que parezca el recreo después de clase.

d) El sacerdote espera -¡lo dice el Misal!- a que se acabe el osculum pacis para comenzar la Fracción y se cante el Agnus Dei.

NO APARENTAR

DOMINGO XXVI  DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 27 de Septiembre de 2020

REFLEXIÓN

          1.- El Evangelio de hoy nos presenta dos actitudes, dos comportamientos, muy fáciles de identificar:

+El de quien ofrece una buena imagen, con buenas palabras, que dice que sí, pero no hace lo que se le pide.

+El de quien protesta y se enfada, contesta de forma tajante y seca, pero, después de reflexionar, hace lo que se le pide.

          Son dos comportamientos que ponen de manifiesto quién es el que hace las cosas bien.

          2.- Lo mismo nos ocurre con el Señor.

          La Viña del Señor es el mundo, pero no podemos trabajar bien haciendo lo que el Señor nos pide si primero no tenemos nosotros una buena actitud.

+Quizá nos preocupamos de ofrecer una buena imagen con buenas palabras, pensando y diciendo que sí, que vamos a mejorar, a esforzarnos en corregir nuestra pereza, nuestro egoísmo, controlar nuestro carácter… pero seguimos igual que siempre.

          Queremos dar a entender que somos buenas personas, buenos cristianos, pero no vivimos como tales. A lo mejor hay otros que no dan tan buena imagen pero que son mejores que nosotros porque trabajan de verdad en construir el Reino.

+Quizá parece que siempre nos quejamos, que siempre protestamos, ponemos excusas, que es mucho esfuerzo el que hemos de poner para cambiar, que comenzamos, pero nunca terminamos de cumplir nuestros objetivos y nos desanimamos… Pero después de reflexionar nos ponemos en marcha y volvemos a empeñarnos en ser mejores y en hacer lo que el Señor espera de nosotros.

          3.- Podemos llegar a varias conclusiones:

+El Señor tiene paciencia con nosotros, sabe que necesitamos nuestro tiempo y sabe esperar. Lo importante no son nuestras quejas y nuestros desánimos, sino que sepamos responder al Señor haciendo lo que nos pide y lo que espera de nosotros.

+Si queremos cambiar el mundo, construir el Reino de Dios, ayudar a los demás a ser mejores, primero hemos de cambiar nosotros mismos para poder convencer a quien nos conozca y nos vea actuar que vale la pena lo que anunciamos y enseñamos porque lo ven en nuestro ejemplo, porque ven que somos felices.

+También hemos de aprender a tener paciencia con los demás sin desanimarnos, porque cada uno tiene su tiempo y hemos de saber esperar.

+Hemos de aprender a no dejarnos llevar por las apariencias ni juzgar precipitadamente a los demás porque lo que importa es la coherencia, la transparencia y la verdad de nuestra vida.

          4.- Pidamos al Señor que sepamos responder a la confianza que pone en nosotros aprovechando cada una de las oportunidades que nos ofrece tanto para cambiar y mejorar nosotros como para ayudar a que nuestro mundo cambie y sea un poco mejor.

CANSANCIO. AGOBIO

DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 5 de Julio de 2020

REFLEXIÓN

          1.- Dios conoce lo más hondo de nuestro corazón y sabe que estamos cansados y agobiados por muchas cosas:

++Por situaciones y problemas del pasado que quizá no hemos acabado de resolver o han dejado heridas que no se han curado.

++Cargados y agobiados por problemas de salud, por problemas y dificultades en nuestro entorno familiar y laboral, por injusticias recibidas, humillaciones y desprecios.

++Por fracasos, desilusiones, cuestiones personales a las que no sabemos como hacer frente, como superar, como encauzar…

 

          2.- Cuando estamos así, no sabemos a quién acudir, a quien pedir consejo, ni con quien hablar para desahogarnos, por eso el Señor nos dice: “Venid a Mí, que Yo os aliviaré”.

          No nos dice que resolverá nuestros problemas, ni nos quitará las cruces pesadas, ni vaciará nuestras mochilas sobrecargadas de peso. Nos ofrece su ayuda y su apoyo para que los yugos que nos atan y los pesos que nos hacen vivir encorvados nos sean livianos y llevaderos.

          Nos pide que nos fijemos en Él que es humilde y paciente, que le dejemos entrar en nuestra vida para que encontremos en Él y junto a Él paz en nuestro corazón, alivio y descanso.

 

          3.- Tal vez nos gustaría encontrar en Jesús soluciones inmediatas, prácticas, palpables, pero el Señor no hace las cosas así. Sólo los que son pequeños y de corazón sencillo y confiado como el de un niño pueden entender las palabras de Jesús.

          Ante los miedos y las inseguridades los niños acuden siempre a sus padres porque, aunque no los vean, saben que están ahí, que si llaman acudirán en su ayuda, que sus brazos y sus manos fuertes no les dejaran caer y su amor no les dejara solos.

          Los niños saben, aunque no lo sepan formular, que sus padres, si es necesario, harán todo lo que puedan, incluso arriesgarán sus vidas para protegerles, cuidarles y ayudarles.

 

          4.- Eso es lo que quiere Jesús que creamos y lo que quiere que hagamos: Que confiemos en Él sin ninguna duda, que acudamos a Él y le abramos nuestro corazón.

          Corramos el riesgo de dar un salto en el vacío acudiendo a Él lanzándonos a sus brazos y comprobaremos que su palabra es verdad y siempre cumple lo que nos promete.