TRABAJAR

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARO CICLO A

Domingo 20 de Septiembre de 2020

REFLEXIÓN

          1.- En nuestra manera de pensar y organizarnos consideramos importante para presentar un buen currículo tener un buen expediente académico, una buena colección de cursos especializados, una larga lista de méritos personales y profesionales… y así poder estar en los primeros puestos para acceder a un buen puesto de trabajo, tener un cago importante, percibir un buen sueldo…

          Cuando no es así, fácilmente nos podemos sentir arrinconados, olvidaos, desplazados respecto a lo que nuestra sociedad considera valioso e importante.

          Pero en los criterios de Dios las cosas no son así.

 

          2.- La viña del Señor es el mundo, el trabajo es sembrar la semilla del Amor, cuidarla y protegerla para que dé frutos abundantes. En ese negocio siempre hay trabajo, hay sitio para todos y tareas tan diversas que todos pueden encontrar su lugar.

          La llamada a trabajar es escuchada en diversos momentos de la vida, unos a la primera hora, otros avanzada la jornada, otros quizá al caer la tarde. La sorpresa es que a todos se les pagará el mismo salario.

          Para Dios no importan los méritos, ni la lista de diplomas que cada uno acumule en el expediente de su vida. Al Señor le basta la dedicación, la entrega, la generosidad, la ilusión y el entusiasmo con el que se trabaja.

          La paga es la misma para todos: la alegría de formar parte del equipo de trabajo del Señor, la satisfacción de participar en la apasionante tarea de construir un mundo mejor, de hacer felices a los demás, de atender y acompañar a los que sufren y se sienten solos, de hacer sonreír a los tristes y llenar de esperanza el corazón de los desanimados, de que todos sepan que son afortunados porque forman parte de la Familia de Dios.

 

          3.- Que triste es contemplar un mundo en el que las cosas no son así, en el que tiene prioridad el egoísmo, el propio interés, el deseo de estar por encima de los más en cualquier aspecto, aunque todo eso genere envidias, injusticias, violencia, sufrimiento.

          Este no es el mundo que Dios soñó cuando lo creó ni es la tarea que nos encomienda. En los planes de Dios no caben la envidia, la crítica, la injusticia, el desprecio.

 

          4.- Escuchemos la Voz que nos dice: ¿Qué hacéis ahí parados? Pensemos qué tarea podemos realizar, en qué podemos colaborar, qué podemos aportar para sembrar las semillas del mensaje del Evangelio, para que sean cada día más los que conozcan, amen y sigan a Jesús, y se incorporen a trabajar en esta Viña que el Señor tanto ama y que ha puesto en nuestras manos.

          Pensemos qué podemos hacer en el entorno en que se desarrolla nuestra vida para hacer posible que nuestro mundo sea mejor, sembrando semillas de Amor y procurando que den fruto.

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