SER SANTOS

DOMINGO XV DEL TIEMPO RODINARIO CICLO B

Domingo 15 de Julio de 2018

REFLEXIÓN

          Las lecturas de este domingo son especialmente bonitas para pararnos en ellas, reflexionar y rezar. Quiero que prestéis atención especialmente a dos cosas.

1.- Fijaos lo que dice S. Pablo en la 2ª lectura: “Dios nos ha escogido, antes de crear el mundo, para que seamos santos… para que seamos sus hijos… por amor”.

¡Qué importantes somos a los ojos de Dios, que ha pensado en nosotros antes de crear el mundo! Estamos en su mente y en su corazón desde siempre, desde toda la eternidad. Y desde toda la eternidad nos está amando.

No tenemos razón cuando en las dificultades caemos en la tentación de decir: “Dios se ha olvidado de mí. Dios no me hace caso”, porque Él se preocupa de mí y de mis cosas siempre.

Nos ha destinado a que seamos SANTOS. Esa es la meta de nuestra vida, la de todos y no la de unos pocos, porque nos ha elegido a todos desde siempre. Y para que podamos llegar a esa meta, nos ha bendecido con toda clase de bienes materiales y espirituales.

Para llegar a la meta de ser SANTOS no hemos de hacer nada excepcional, tan sólo aprovechar y hacer que den fruto todos los bienes, tanto espirituales como materiales, que ha depositado en nuestras manos.

O más sencillo: Intentar hacer lo mejor que podamos todo cuanto hemos de hacer cada día.

 

2.- Como al profeta Amós, como a los doce apóstoles, nos envía a proclamar la conversión, a que cuantos nos quieran escuchar, reflexionen, rectifiquen el camino equivocado que llevan en la vida, cambien de conducta, se arrepientan de los pecados, pongan su mirada en Dos y en la meta de ser santos.

Nos da autoridad para curar enfermos. Nos pide que estemos junto a los que sufren a causa de la enfermedad del cuerpo y del alma, acompañando a los tristes, a los que están solos, a los que se sienten desanimados y sin esperanza, a quienes tienen el corazón herido porque se sienten traicionados y decepcionados.

 

3.- Nos pide que toda nuestra misión la hagamos poniendo la confianza en Él y no en los medios materiales. Que lo hagamos con austeridad y sencillez, porque la eficacia de nuestra tarea está en las manos del Señor y no en las nuestras.

Que lo hagamos sin imponer nada a nadie, sino proponiendo el mensaje de salvación como un regalo de Dios que lo acoge y lo conserva el que quiere y el que lo sabe valorar. Hemos de proponerlo con nuestras palabras, pero sobre todo con nuestras obras. Que nos escuche quien quiera.

Y si alguien no quiere escuchar no insistamos. Él se lo pierde.

 

REFLEXIONEMOS UN MOMENTO:

++ ¿Queremos ser santos?

++ ¿Procuramos trasmitir el mensaje de Jesús sin imponerlo a nadie, pero con la fuerza que el Señor da a nuestras obras?

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