PERDONAR SIEMPRE

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Domingo 13 de Septiembre de 2020

REFLEXIÓN

          1.- Los discípulos estaban inquietos al escuchar a Jesús hablar muchas veces del perdón, por eso Pedro le pregunta: ¿Cuántas veces tengo que perdonar al que me ofende, una, tres, cuatro, hasta siete veces…? Porque al final uno se cansa de que le ofendan con frecuencia… La respuesta de Jesús les asombrosa: Hay que perdonar siempre, sin poner límites.

          2.- Para ayudarles a entender su respuesta Jesús les propone la parábola del señor rico que perdona a un empleado una deuda grandísima (lo que hoy podríamos considerar cientos de miles o tal vez un millón de euros) manifestando así su compasión, su misericordia y generosidad, contraponiendo su actitud a la del mismo empleado que no está dispuesto a perdonar una deuda pequeña (podríamos decir como 50 o 100 euros) poniendo así de manifiesto el egoísmo, la cólera, la falta de compasión y misericordia de quien ha recibido un enorme perdón.

          3.- ¡Qué difícil es y cuánto nos cuesta a nosotros perdonar!

          Cuando nos ofenden reaccionamos con enfado, con ira, con una cólera que no controlamos y con deseos de venganza, de pagar con la misma moneda a quien nos ha ofendido.

          No justificamos diciendo que sí, que vamos a perdonar, pero que no podemos olvidar.

          Es cierto que las heridas que hemos recibido nos duelen y que tal vez nos dolerán siempre que las recordemos, pero hemos de aprender que el perdón no es un gesto puntual, sino una actitud del corazón que nos lleva a tener un comportamiento compasivo, misericordioso y generoso con quien nos ha ofendido y que a pesar del dolor de las heridas estamos dispuestos a ayudar, a tender la mano, a escuchar.

          Hemos de aprender a comportarnos como Jesús que en la cruz, a pesar de la inmensidad de su sufrimiento, es capaz de decir: ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!

          4.- Sólo llegaremos a tener un corazón misericordioso y compasivo cuando nos hayamos sentido perdonados por Dios. Por ese Dios que es un Padre Bueno, que nos espera con los brazos abiertos, que siempre nos perdona, nos escucha y nos ayuda, que nunca nos juzga ni nos condena. Quizá necesitamos una confesión bien hecha.

          Dios sólo pone un límite a su perdón: Que nosotros perdonemos como Él nos perdona. Lo repetimos constantemente cuando rezamos el Padre nuestro: “Perdónanos como nosotros perdonamos”, pero lo repetimos con tanta rutina que no terminamos de darnos cuenta de lo que le decimos al Señor.

          El Señor nos puede decir lo que el amo de la parábola: ¡Tanta misericordia como tengo contigo, tantas veces que te perdono siempre que me lo pides, y tú ¿no eres capaz de tener misericordia con tu hermano?

          Pensemos hoy si decimos de corazón y con sinceridad al Señor que nos perdone como nosotros perdonamos.

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